Doce
moradas uvas prensadas por aquellos tractores blancos, envueltas en la magia
espesa que las llevará a arder en el tribunal estomacal, aquel que dicta veredicto
sobre lo que realmente se quiere. Una copa de champaña dorada por los deseos y
esas sensaciones que atraviesan el cuerpo cuando el choque de dos copas simboliza
un acuerdo nunca escrito y pocas veces realmente cumplido llamado brindis.
Las
promesas de fin de año tienen algo en común, el deseo al cambio o a lograr una
meta, lastima que la mayoría de la veces los atletas ni siquiera se calcen los
zapatos para iniciar el maratón.
Este
fin de semana rodó por vez primera en el 2012 la pelota del torneo clausura y
un candado de fondo dejó en el recuerdo el arcoíris de logros Vinotinto durante
el año 2011, sintiendo un recibo de algo nunca recibido, con el titulo “el
fútbol venezolano esta creciendo”.
Ya
habrá tiempo para analizar a los 18, al único que salga campeón o a los pocos
que planteen proyectos, caminos o ideas reales; ya habrá tiempo para dar leña a
los que dejan de pagar, a los que defraudan o para abrir el grifo de lamento
por esa cosa más infinita que el universo: la estupidez o inconciencia
humana...
Todo
viene otra vez, Clausura, Libertadores, selección, bla, bla, bla; la historia
de siempre con matices oscuros, sonidos de frustración y heridas profundas,
porque empieza otro año futbolero, y si bien el fútbol es igual que la vida,
cuando siempre hay un partidazo a la vuelta de la esquina, este inicio de
torneo promete dar continuidad a los problemas que ensucian nuestro fútbol y
nuestro país.
El
invitado, el fútbol, salió con marcas moradas en su cuerpo tras la paliza que
recibió de parte de ignorantes de Trujillanos y Caracas, a la vez que las
marcas de piedras en el autobús de hinchas de Llaneros, hirieron sin piedad el
rostro del estado Mérida…
Y
cuando los carros de grandes ideas pasan por la autopista, siguen cayendo en
esos huecos que ya son patrimonio nacional, esos que se abren cada dos meses y
que siguen reparando con arena en vez de buen asfalto, unos huecos que cuando
nos asomamos los vemos cada vez más profundos, tanto así, que ni el velo de la
selección resulta suficiente maquillaje.
Llegó
el año 2012, empezó el fútbol venezolano y me viene a la mente esa promesa anual de entrar al gimnasio, algo muy venezolano,
que muchas veces se cumple con la inscripción, el tema esta en que pocas veces
se asiste.
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