—
Si ganas esa copa…
—
…Si ganamos, yo y los jugadores, porque quienes
juegan son ellos
—
Digo si ganas, porque tú los diriges, ganan por tu buen trabajo
—
Dependo de los jugadores
Esa conversación la mantuve, hace
un par de meses, con un colega-amigo a quien mucho aprecio. Ambos somos
entrenadores, y para sus ojos aún causa suspicacia mi planteamiento de que en
el fútbol las responsabilidades son 50:50. Mitad entrenador, mitad jugadores.
Varias veces me han visto con
ojos de extrañeza, dentro del gremio, por defender tales ideas. Recuerdo, por
ejemplo, como hace poco más de una año, tras las felicitaciones del dueño de la
escuela para la cual trabajaba, le pedí que extendiera las bonitas palabras a
mis jugadores, después de todo, ellos eran quienes corrían. Nunca los felicitó.
Mi colega-amigo (A quien cito al
inicio de este párrafo), no acaba de llevarse bien con Dante Panzeri, y la
edición de Fútbol: dinámica de lo
impensado, la cual le presté. Me la ha devuelto con algunas páginas
arrugadas, esas que en su opinión: “desmeritan a los entrenadores”.
En cuanto a Dante, me declaro valedor
de muchas de sus ideas, aunque hay otras en las cuales difiero, o al menos, me
generan dudas; pues, por ejemplo, se me hace llamativo como tras defender las
características cualitativas del fútbol, en contra de las cuantitativas (Según
Juanma Lillo: “las estadísticas con como las tangas, muestran todo menos lo que
realmente importa”), le otorga al entrenador un diez por ciento en la
responsabilidades del equipo, partiendo de una división más o menos equitativa
entre los once jugadores y la figura del director técnico.
El “yo sólo sé, que no sé nada”,
de Sócrates, pasa por mi mente al tratar de dar medida porcentual a las
responsabilidades colectivas, por ende, y asumiendo mi ignorancia, he
optado por creer en el 50:50, del cual hablé más arriba.
Evidentemente, ninguna escuadra se dirige sola, pues si a mí me
hubiese tocado estar al frente del Barcelona de Pep, dudo mucho que hubiésemos
levantado alguna copa; pero conviene recalcar la casi imposibilidad de habernos
ido al descenso, pues con esos jugadores, creo, ningún técnico acaba último en
Liga.
Hoy lo táctico cobra fuerza, y
tras la revolución del juego ofrecida por el PepTeam, las páginas de los
diarios se llenan de endiosamientos hacia entrenadores. Desde el Rey Midas,
mutado en José Mourinho, hasta los eternos proyectos formadores-ganadores de
Noel “Chita” Sanvicente.
Tanta tinta despilfarrada, a
veces, plantea al entrenador como un manager de PlayStation, quien al margen de
hacer su trabajo, coge un control y empieza a presionar botones durante el
partido.
¿Alguien podría decirle a Rómulo
Otero cómo conducir, pasar o cuando buscar el uno vs uno? Se le puede guiar
durante su proceso formativo, pero al final, estas decisiones van supeditas a
su creatividad y experiencia; de este modo vale aclarar las diferencias
técnicas y cognitivas de cada futbolista.
“¿El jugador nace o se hace?” Es
uno de los lugares comunes más pisados en los debates formativos. Alguna vez un
entrenador me dijo: “lo entrenadores trabajamos en base al talento”, igual
prefiero moverme a la acera de Oscar Cano: “el jugador se hace en base a las
cualidades con las que nace”. Soy positivista y humanista, quiero creer que
todo ser humano nace con alguna cualidad para jugar al fútbol, así sea, una
capacidad cerebral la cual lo ayude a entender el juego de forma práctica.
Sobrevalorar al entrenador, es
errado, y aún oigo con particular curiosidad, como aquel dueño quien mencioné
al principio de la nota, alaba las victorias de sus diferentes categorías en
función al buen rendimiento de sus entrenadores, pero castiga las derrotas en
función a la “desobediencia” de los futbolistas.
Por otro lado, siempre se me ha
hecho ruidoso u áspero, esa aseveración de “cuando se gana es por los
jugadores, cuando se pierde es por el entrenador”; bien sea en su versión
victimita, al ser usada por profesionales del puesto, o en su uso peyorativo,
cuando lo dicen hinchas o periodistas.
El fútbol, en su carácter de
inesperado, tiene muchos condicionantes cuando de hablar de un resultado se
trata, inclusive (Aunque me niego a creerlo), el azar, pues ¿Qué determina que
un shot pegue en el poste y entre o salga? Por ende, siento como necesario,
empezar a entender la equitativa distribución de responsabilidades (Hasta el utilero pesa); después de todo, como entrenadores, siempre
veremos con buenos ojos las felicitaciones tras una buen juego y resultado,
pero entendamos, por favor, que ninguno de nosotros aprieta el botón de
“circulo” para obligar al jugador a disparar al arco.
Para leer: Su otra yo
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