Rolando
Escobar es panameño, seguramente de los pocos extranjeros que mientras juegan
en nuestro fútbol son a su vez asiduos en su selección. La serpiente, como lo
apodan, llegó a nuestro país en el año 2007 para enrolarse en las filas del
Táchira y, como no le gustan los equipos chicos, de ahí en más (Con breve paso
por un par de clubes de su país), se calzó las de Caracas, Lara y Anzoátegui.
Como
buena serpiente, vive enrollada o dentro de la vasija; lejos de los focos y,
también, de las hazañas históricas. No es un crack en todo el sentido de la
expresión; sí es un gran jugador, de los más constantes y –es justo decirlo–,
de los extranjero que más han sumado a nuestro fútbol. De una u otro forma,
Rolando Escobar siempre acaba destacando: en un partido, en un torneo, con una
jugada o –¿de qué mejor forma?– con un titulo.
Formado
en River Play, la aurora mística del fútbol lo envolvía desde sus inicios, pero
el destino parecía escribirle un futuro lleno de proezas en tierras en las
cuales, seguramente, nunca soñó ni siquiera pisar. Darío Figueroa llegó a este
país hablando con su marcado acento sureño y, como le gustan los acentos, fue a
recalar a una ciudad dueña de uno muy particular: Maracaibo.
En
el ya extinto Unión Atlético Maracaibo fue figura y eje de la ofensiva:
destacó; pero en el Caracas cimentó su leyenda y se ganó la vitola de “crack”,
sembrando, en algún sector de la prensa, la duda de si debía o no ser llamado
para la selección nacional; la de Venezuela claro, el país dónde se hizo
grande.
Aquí
han llegado muchos extranjeros, algunos huyendo, otros queriendo mejorar; nuestro
fútbol es la viva representación de esa condición social pero con un añadido:
la típica tendencia del venezolano a envidiar lo ajeno.
Argentinos,
brasileños, uruguayos y –por la cercanía– colombianos, han sido las
nacionalidades más buscadas cuando de fichar extranjeros se trata. Y entre
tantos fiascos, se torna llamativo el éxito de un panameño, alguien con un
pasaporte, seamos sinceros, poco atractivo para el mundo del fútbol.
Rolando
Escobar, en una de sus maromas clásicas eliminó rivales y disparó, con todo su
profesionalismo, un balón que fue a dar a la red de un herido Zamora. El
estadio, incrédulo, hizo sonar su silencio, pues en la ausencia de palabras el
miedo grita con fuerza.
En
el bando de enfrente, Darío, que pisaba la cancha con su talento y experiencia,
sentiría, minutos después, como el
fútbol se volvía a encargar de premiarle todo su aporte. Que otros discutan si
fue o no penal, yo sólo sonreí cuando el árbitro lo señaló y el argentino-venezolano
cogió la pelota rumbo al grueso punto blanco. “Gol seguro” pensé yo y, estoy
seguro, muchos más.
Quizá
los únicos quienes no pensaran eso fueron Leo Morales, por razones obvias; y Gabriel
Torres, al cual seguramente le hubiese gustado subir su nombre el marcador,
pero, ¿qué importa?, al final el retumbar del estadio, tras el grito de
Figueroa, hizo recordar lo unido que está el grupo dirigido por el Chita San Vicente.
Figueroa, como tantas veces en su carrera, volvía a silenciar el grito del
miedo.
Y
precisamente San Vicente se encargó de recordarle, tras acabar el partido, a
algún atrevido miembro del cuerpo técnico del Anzoátegui, que no tiene ni uno,
ni dos, ni tres, ni cuatro, sino cinco estrellas y que, actualmente, está
disputando la posibilidad de una sexta. Más privacidad y respeto hubiese
merecido el Chita, no sólo de parte de quien fue a insultarlo (La calentura del
juego, a veces, se usa como excusa), sino también del periodista Humberto
Turinese, cuya presencia y preguntas en medio del ajetreo le dieron un toque cómico
a la transmisión.
Al
final, el empate los obliga a seguir haciendo lo que mejor saben: jugar, siendo
plausible el buen nivel de ambos conjuntos y su buen desempeño; además, de sus
mimos y respeto al balón, algo muy raro en nuestro fútbol. El próximo domingo
tendrá como protagonistas algunos nombres propios importantes: Chita, Darío,
Rolando, Morales, Fuenmayor, entre otros, quienes desde la jerarquía de su
nombre buscarán clavar una nueva bandera de conquista mediante un club, sea
Zamora o Anzoátegui, que recién empieza a construir su historia. Sin duda, los
viejos guerreros siempre encuentran nueva batallas para librar.
Para leer: ¿Dónde estoy?
Q raro que no publicaste tu analisis del juego contra el salvador
ResponderEliminarHola, amigo.
EliminarCausas ajenas a mi voluntad me impidieron ver el partido, y, por ende, analizarlo. Los de la eliminatoria van seguro.
Saludos.