martes, 22 de noviembre de 2011

Calma.

El cielo es color Vinotinto, 30 nubes enmarcan caras conocidas y cuando cae la noche, las brillantes estrellas dibujan el rostro de Cesar Farías, con una luna o un sol, según el momento del día, que engloba su cuerpo de trabajo, mientras que una voz de autoridad, exclama en la distancia: “Vinotinto somos todos”.
                
Se hace ahora tan lejanas esas primeras páginas en blanco y negro, con goleadas de 11-0, el polvo cubre las fotos y una sonrisa dibujan nuestros rostros cuando tocamos las fotográficas actuales, en un álbum que aún tiene frescos recuerdos de la era de Richard Páez.
               
Muchos incrédulos de otrora decidieron este año 2011, comprar el libro Vinotinto, o al menos, suscribirse a las entregas periódicas de la revista del pre-mundial; los más a gusto con las piezas, desde ya las disfrutan en el metro del fútbol venezolano.
                
4º lugar en Argentina y en la punta de las eliminatorias junto a los de Sabella y los grandes Uruguayos; Venezuela se cuela en las palabras de diversos analistas mundiales juntando su nombre a la sorpresa; aunque bien lo dijo Fernando Palomo “La Vinotinto tiene tiempo trabajando bien, no me sorprende” a la vez que desempolvamos ese dato en la memoria, que establece una relación negativa de crecimiento en base a recursos-avances; el desperdicio es rutina en nuestro país.
                
Y la mente vuela, vemos esa imagen que tanto deseamos asociada a la selección, ese momento tan anhelado y lo disfrutamos, mientras nos llenamos del color Vinotinto cuando jugadas de ese jugador que más queremos llega al primer plano de nuestra mente, sentimos el olor a victoria y el roce del triunfo causa esa gustosa sensación de placer en nuestro cuerpo. ¡Calma!; todo recién empieza, y es grata la buena vibra, pero el exitismo nos llevará a estrellar nuestra cabeza en la dureza del asfalto, recuerden, las nubes nunca son sólidas y caerse es muy fácil.
                
El augurio de lo trillado anda de novio con la verdad, y juntos relatan una expresión de alto grado: “Hay que apoyar al fútbol venezolano”, a cada uno de sus equipos de primera y segunda división. Un derby en la Capital, que solo se llama como tal por historia y utopía de los que amamos esto, dado que un estadio Rojo, duda de si existe real rivalidad en afición, o al menos, existe con quien revalidarla.
                
El agua sigue subiendo, los problemas y limitantes en el balón venezolano, siguen sobrando, solo adornadas por las eventuales corrientes calientes de la selección o esa mentira en abstracción nunca argumentada, pero bien vendida: “El fútbol venezolano está creciendo”
                
Pies en la tierra, calma y escudo benévolo para con los elogios del extranjero; esto recién empieza y los planos de trabajos inconclusos rebosan el closet de la FVF. El disfrute es el camino, así que en vez de pedir “respeto” en cada dialogo con la prensa, bajemos el nivel de agua en la que siguen flotando deudas, infraestructura, dirigentes, divisiones menores, estructura de torneos, preparación para técnicos, entre otros escombros, sobre los que destaca un verdadero desCARo.
Lisbm. Lizandro Samuel


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