La
expresión, más que sonar rara por las diferencias idiomáticas, suena raro
porque es una acción casi nunca practicada en el fútbol venezolano. Mimar
–acariciar, tratar con regalo y caricias; favorecer o tratar algo con especial
cuidado y delicadeza– es, en resumen, todo lo contrario a cuanto se acostumbra
hacer semana tras semana en las canchas de nuestro fútbol, en donde el despeje
y balonazo parecen ser los únicos recursos ensayados en la semana; amén de esa
“genialidad” que entre tanto juego de ping-pong,
se espera aparezca como invitada por cualquiera de los jugadores más
“desequilibrantes” de la cancha.
No
confundir: tratar bien al balón nada tiene que ver con uno u otro estilo de
juego, con jugar “bonito” o “feo”, tener la posesión o despilfarrar regates; es
simplemente mantener un idea clara del modelo de juego, y en base a ella, usar
y administrar la pelota según convenga, dándole sentido a cada interacción con
la misma, o, siendo conscientes de la reacción o acción que se busca generar.
“El
partido fue cerrado”, “un equipo duro”, “estos son partido para hombres y para
meter la pierna fuerte”, “a veces no se gana con fútbol sino con ganas”, son
los argumentos más reciclados al momento de justificar la incompetencia con el
balón, con la principal herramienta de trabajo o con el eje fundamental del
juego. Por consiguiente, y tras una temporada, entre apertura y clausura, que
como en los años anteriores ha sido protagonista más por despejes que por
salidas en corto, o por balonazos en vez
de precisos cambios de frente, es plausible la actitud asumida en las últimas
jornadas y, en especial, en la final de ida, tanto por Zamora como por el
Anzoátegui; equipos diferentes, con modelos y estilos disimiles, pero
conscientes de la importancia de la pelota y, por consecuencia, de saber
mimarla; después de todo ella es la que decide si entra o no al arco rival.
Conviene tenerla feliz.
Para leer: Venezuela 2012
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