Juro
que aquel día cuando la dureza de un meteorito resultó en el impactó auditivo
que produjo una gama difuminada de rojos, se sintió el último aliento jamás
visto de los dinosaurios, muriendo así por ende algo llamado: prehistoria. De
hecho, aún recuerdo cuando sentado en una silla blanca, frente a mí, hizo acto
de presencia un gran maestro, con un libro bajo el brazo y sonando en su reloj
de muñeca las 9:00am, mientras una gota de ansiedad bajaba por mi frente, él
solo pudo exclamar: “Lo único constante es el cambio”.
Es
así, “todo cambia y todo queda” como dijo Serrat, y realmente “se hace camino
al andar”. Por eso es que el fútbol tiene una doble trampa, ya algo expuesta por
Panzeri en su libro: “Fútbol: Dinámica de lo inesperado”, subrayando un titulo
perfecto para la consistencia de este deporte.
La doble trampa
del fútbol consiste en lo requerido de un estudio profundo si se quiere
entender algo del juego, y en la nulidad futura de lo adquirido en el presente.
Es que más allá del deporte, en la vida, “mientras más aprendo más cuenta me
doy de ignorante que soy”.
La tecnología
actual nos tiende una trampa de consumismo: todo cambia o varia muy rápido, más
que antes; de este modo, el celular que compramos hoy, en dos meses pasará a
ser totalmente inútil.
La evolución
del fútbol es similar ya que la misma va unida con lo que en PNL se denomina
“creencias”. Los llamados “especialistas” están en extinción y la talla de los Piqué, David Luiz, Xavi,
Busquets, Romeu, Silva, Rooney o Sema Velázquez, Tomás, Lucena y Miky, rompen
esquemas antiguos que dictaban el uso de: “Un medio defensivo y uno ofensivo.
Un lateral que suba y el otro que se quede, un 11 y un 9”, hoy por hoy, el futbolista
es un ente integral de virtudes diferentes, las cuales debe trabajar de modo individual
en los entrenos.
Entonces resulta
arcaico el uso de piezas que “solo” sean buenas marcando, “driblando” o “defendiendo”.
Pierde utilidad en la selección, por ejemplo, un marcador nato como Francisco
Flores, o sería inútil un central que solo fuese gran defensor, como en su
momento el “Patón” González. Es que el juego actual pide jugadores que dominen diversas
facetas.
El Caracas,
recién eliminado de la Libertadores, renunció a alinear al Chiqui, La Pulga y
Peña desde el arranque de ambos partidos. La unión de jugadores con idiomas de
juego similares, da una expresión sublime de dicha idea, sin la necesidad de
caer en la redundancia de características, como le pasó a la selección en su
último amistoso, tras el cual abusó de la velocidad física.
Creo que el
tema pasa por tener claro un idioma que escoge el dirigente y para el que
selecciona a un entrenador, el cual a su vez, coloca a los mejores intérpretes.
Quizás la idea
roza algo de complejidad y realmente nada estoy descubriendo cuando hago
alusión a ciertos trabajos del gran Martí Perarnau. Así, rectifico que para mí
no hay jugadores buenos ni malos, solo útiles y menos útiles en función del D.t
y de su idea.
Nada descubro
tras varias líneas de este escrito, nada totalmente mio ni de mi autoría, sino
un compendio de modelos actualizados de otros autores, que entre otras cosas me
ha dejado la enseñanza de aprender a estudiar esto todos los días, porque en el
fútbol como en la vida, la ropa que un día nos sirvió al otro ya nos queda
pequeña, se daña, o se nos hace vieja; una lastima que tras observar al fútbol venezolano
en general (Medios, técnicos, dirigentes) aún quedemos en creencias vieja que
ni en un pasado ni ahora, nos han servido demasiado, después de todo como dijo
Albert Einstein: “Si quieres resultados distintos, no hagas siempre lo mismo”.
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