lunes, 18 de febrero de 2013

Armas desiguales

Va mucho más allá de reciclar la metáfora de “David contra Goliat”; es ver resignados como un niño de 4 años sale, con tijeras en mano, a enfrentarse a un guerrero de 30 portador de escudo y espada.
                
Al analizar los partidos de nuestros equipos en la Copa Libertadores, hay que profundizar en argumentos tan reiterados como lejanos a lo concerniente a esos 90min.
           
Cuan fácil resulta rebuscar año tras año frases como: “faltó personalidad” o “amor propio”. La verdad es que, por las condiciones de nuestra maltrecha liga, cada triunfo internacional de un club nacional ha de ser visto como una perla en el desierto; si se quiere, una gesta histórica.
                
En Caracas coexisten 4 equipos en primera división, varios más en las divisiones de plata y bronce ¿Cuántos tienen sede propia? Uno. ¿Cuántos pueden jugar en un Estadio de gramado decente? Ninguno.
                
La misma realidad se repite en todo el territorio nacional y basta comparar los campos de entrenamiento de Fluminense, U de Chile o Tigre, para entender el porqué de los resultados.
                
Todo eso contribuye a la mala preparación del futbolista, el cual se expone al plano internacional en inferioridad de recursos. Jugadores de mucho recorrido físico y escasas capacidades mentales. No en vano, Jován Pulgarín (Redactor del diario Líder) explicó en una de sus notas que “la diferencia está en los segundos” haciendo alusión a la capacidad del futbolista para resolver problemas en el  menor tiempo posible.
                
De igual forma, un entrenador argentino, alguna vez definió al talento como: “hacer lo mejor posible en el menor tiempo posible”. Definición valida. Para llegar a eso, se debe capacitar adecuadamente al jugador, mediante los instrumento correctos y recreando en prácticas el contexto más similar al que se tendrá en el partido.
                
Igualmente cabe recordar como el futbolista junto a su equipo llegan al tope de condiciones mediante la recurrencia en la alta competencia. Es decir, si la rutina es jugar a un ritmo de competencia bajo, pues el nivel del equipo será igual de bajo.
                
Año tras año se habla de decepción, cuando el término más correcto sería “premonición”. Las ganas, motivación y amor propio, nos hacen soñar, pelear, gritar, esperanzar… La realidad nos recuerda a gritos (¡Y regaños!) que aún estamos muy, muy lejos…


No hay comentarios:

Publicar un comentario