El
fútbol es un juego, es verdad, pero un juego competitivo que tiene de por medio
copas, medallas, estatus y mucho dinero. Gracias a esto, pese a su carácter de
juego, es muy difícil asociar al mismo a la palabra “diversión”: a muy pocos
jugadores les provocará reírse mientras juegan una final.
Ese
estado de concentración optimo y de elevada forma colectiva, sólo se consigue
mediante la sucesión de partidos competitivos, los cuales, a más alto nivel
sean, mejor ritmo de competencia le darán a los equipos.
Eso
sí, para competir se deben tener recursos; los obvios: físicos, técnicos,
tácticos y psicológicos; pero será la interacción de los mismos lo que
determinará si el equipo puede o no desenvolverse al más alto nivel.
Por
ejemplo: el futbolista vive en estado de estrés, cuando juga, entrena y muchas
veces en los interines. En ese estado, de estar bien preparado, surge su mejor
versión; aunque por otro lado, si vive estresado, no por las condiciones del
juego si no por asuntos relacionados a presiones extra cancha o a un matiz
turbio en su vida privada, le será imposible jugar.
Por
ende, el entrenador y los preparadores deben de tener cultura, lo cual, según el
periodista Diego Latorre, significa conocer a sus dirigidos, tanto en la parte
humana como en la deportiva.
“Mente fría y
piernas calientes” reza un mantra usado como amuleto por algunos equipos. Mente
fría porque el sosiego, la concentración y solidez emocional son los
termómetros para medir el grado de competencia el cual podrá o no alcanzar un
equipo. Piernas calientes ya que el cuerpo junto a todos los recursos técnicos representan
el medio para plasmar lo planificado y para que, a través de ese sosiego, se
puedan encontrar y ejecutar las mejores decisiones posibles.
Quizá, por
todo esto, a nuestros equipos les cueste tanto competir, sobre todo, contra
clubes extranjeros. Con partidos domingo tras domingo (No es lo mismo
domingo-miércoles-domingo) y algunos de ellos de nivel muy pobre, es difícil
hacer subir el nivel competitivo de los futbolistas, quienes pueden tener
muchos recursos individuales, pero al no verse expuestos al fuego más ardiente
su formación y proyección se merma.
Quizá, por
todo esto, cuando un venezolano salido de nuestro fútbol salta hacia ligas más
competitivas, se puede frustrar su crecimiento dado que al provenir de una liga
en dónde se compite mucho menos, el
verse expuesto a un fuego más ardiente simplemente lo puede carbonizar.
Quizás, por
todo esto, se deba aplaudir y comprender el porqué algunos grandes talentos
acaban residenciados en clubes extranjeros de nombre ligero pese a su
prometedor talento. ¿Sería Salomón Rondón el jugador que es hoy día si en vez
de haber llegado a las Palmas hubiese recalado en el Málaga como primera
parada? ¿No obraron bien Fernando Aristiguieta y Gabriel Cichero al pasar al
Nantes de segunda división francesa, entendiendo la marcada diferencia entre el
fútbol venezolano y las ligas europeas? ¿Se han equivocado otros tantos al dar
saltos prematuros al extranjero y a equipos en los cuales son pedidos como un
capricho al boom generado por su nombre?
Vivir del
deporte competitivo es llevar al clímax una paradójica filosofía de vida: hay
que vivir con el cuerpo caliente, pero nunca tenso; la mente fría, pero nunca
relajada; el entorno cargado de competencia y presión, pero nunca, jamás, hay
que sentirse presionado. Competir, sin duda alguna, es cosa de unos pocos.
Para leer: Él y ella
Saludos, Samuel, tiempo sin pasar por acá (no vovlerá a pasar jeje)
ResponderEliminarAparte de apasionado al fútbol, mi otra gran locura en esta vida es el canto coral, a lo que me he dedicado unos cuantos años. Te menciono esto porque uno de los mejores directores que he tenido la suerte de conocer, decía años atrás en unos ensayos de preparación para una obra muy difícil -un sinfónico coral de Mozart- "tenemos que ir al ritmo del más rápido y al del más lento". Al hacerlo de esta manera, se aplica aquella máxima criolla del "o corres o te encaramas", y al final, el nivel del grupo sube. Y los buenos resultados terminan por llegar.
En el fútbol es la misma cosa, y ese es el trasfondo de tu artículo de hoy. Aunque no lo mencionas, colocas en la gráfica a quien hace ya 3 años fuera la mayor promesa de nuestro balompié, hoy bajo un anonimato que se me antoja injusto. Pero así son los caprichos del imprevisible fútbol.
Este caso de Johandry me hace pensar en algo que vengo machacando hace tiempo, y que hoy comparto contigo a modo de reflexión: ¿cómo puede el fútbol chileno (poseedor de una Liga bastante mediocre, que sólo ha ganado una Copa Libertadores, la de 1991 con el Colo Colo) tener una constelación de jugadores en todo el mundo, mientras que los venezolanos, con la excepción de Juancho, Tomasito y Salomón tal vez, sólo logran salir a equipos de tercer nivel, y casi siempre a jugar banco? ¿Cuestión de calidad o de mejores agentes deportivos?
Cuando puedas, escribe algo sobre el Chita, me parece un personaje fenomenal de nuestro fútbol.
Je! Tranquilo, Claudio, que bueno que hayas vuelto a pasar :)
EliminarEl tema de Yohandry es uno de tantos: han sido muchos aquellos que luego de emigrar se convierten en titulares indiscutibles en la banca de sus equipos. Insisto, pesa mucho la diferencia de nivel entre nuestra liga y las demás.
Respecto a lo del fútbol chileno, tan sólo puedo resaltar el gran trabajo que se ha hecho en su fútbol base durante los últimos años. Está generación de jugadores que hoy hacen vida en el extranjero fue el fruto de lo previsible tras el Mundial sub20 del 2007, en el cual brilló un gran combinado Rojo. En cuanto a su liga local, no soy seguidor de la misma, mas aquellos partidos que he visto me han agradado por su buen ritmo competitivo; así mismo, clubes como Colo Colo, la U y la Católica, han hecho un gran trabajo en los últimos diez años.
El Chita está en mi agenda desde hace tiempo. Veré para cuando escribo y publico algo de ese gran técnico (hoy coronado junto al Zamora).
Gracias por sumar al blog, Claudio.
Saludos.