“Se acabaron los especialistas”
reza una nota del gran analista español Marti Perarnau, la cual hace alusión a
como hoy el fútbol exige futbolistas que dominen todas las facetas del juego;
claro está, el magno periodista es quizás el que mejor estudia a la escuela azulgrana
(Autor de: Senda de Campeones), por lo cual, mucho habrá bebido de los más finos
vinos para el aprendizaje del juego, teniendo entre sus botellas preferidas,
una que resalta con etiqueta Naranja-Culé, la de: Johan Cruyff…
Y es que el “Flaco” resulta ser uno
de los mayores impulsores del modelo de juego usado por el F.c Barcelona: el
juego de posición. Igualmente, sumó cuantiosas ideas en métodos que hicieron a
la entidad blaugrana lo que es hoy día, honrando los trabajos de otros maestros
como Laureano Ruíz y Carles Rexach....
Al margen de esto, las botas de
Cruyff, son consideradas como algunas de las que más placenteras caricias le han
dado al balón en toda su historia, así como su cabello, formador de algunas de
las más deliciosas sinfonías que se han tocado en teatros futboleros; pero
Johan, cuentan, siempre ha sido un tipo peculiar, pues en su época de jugador
se negó a usar números convencionales, que va… él popularizo el 14…
Varios años luego de su retiro,
en un país recóndito a la calidad y avances del deporte rey, hace eco y gala de
un crédito inagotable, otro 14, esté, un poco menos hábil, y del cual “justifican”
su cabida en el fútbol al llamarlo un “especialista defensivo”… Giácomo Di
Giorgi, parece ser el hijo no genético de Cesar Farías, hermano también, de
otro con rango similar: Francisco “Minino” Flores, aunque este último (¡Y
gracias a Dios!) suele disfrutar de menos minutos…
El pasado 9 de junio la
titularidad de Giácomo parecía más segura que la de Reny Vega; y la obstinación
por dejarlo en el campo, con todo respeto, se antojaba un capricho…
Es que Giácomo sabe jugar.
Entiende el juego y parece ocuparse en aumentar sus distinciones. Giácomo sabe
jugar, lástima que su cuerpo no y lástima que su subconsciente, tampoco.
Camina por el campo, se mueve y
trata de tapar espacios, pero esta vez, a diferencia de contra Uruguay o de los
otros dos partidos donde ha “jugado bien” (¿Tan necesario es contarle los
minutos en los que rinde?): Frente a Bolivia en la Paz y frente a Brasil en
Brasil; el equipo, no jugó para él, el contexto era en busca de la victoria y
no de jugar para empatar o con el pavor a perder…
A final de cuentas, Chile,
mostró sus virtudes; jugó y jugó, de la mano, o del pie, de otro 14 con melena
negra, uno que ha sonado por la intermitencia de su fútbol, pero que el sábado,
decidió dejar eso de lado y mostrar su mejor repertorio, porque que si bien el
resultado nunca, ¡JAMÁS!, se condiciona a partir de un jugador, las ganas de resumir
lo sucedido pueden quedar en el hecho de que el 14 chileno se llama Matías Fernández
y el 14 venezolano Giácomo Di Giorgi, a su vez, que deja para la reflexión,
como el del Anzoátegui, junto a su hermano no genético, tienen tanta
recurrencia en convocatorias y partidos, mientras que otros, con a priori mayor
calidad, ante un pase errado condenan meses y meses sin convocatoria (Consultar
a Edgar Jiménez, Miguel Mea Vitali, Chiqui Meza, Vicente Suanno, Pedro
Fernández y un largo etc…), por lo pronto, si al “Flaco” se le ocurrió ver
cotejo, al menos podrá dormir con un ojo cerrado, pues su número (Salvando las
inmensas distancias) respetó parte de su legado en los 1,78metros de calidad
argentina, nacionalizada chilena…
Para leer: El calor de la fría Polonia
saludos y felicidades por el analisis , lastima que ese tipo de analisis practicamente no existan en los medios de TV, ellos solamente se inflan cuando la seleccion gana pero cuando pierde tapan la realidad con otros temas burlandose del fanatico venezolano que SI es futbolero
ResponderEliminarMuchas gracias, Egny. Saludos.
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