Si
Cristiano Ronaldo hubiese nacido en 1997,
en Tunapuy (Un pueblo en el extremo oriental de la península de Paria) y, de
paso, hubiese nacido hembra, quizá, y
solo quizá, podría llamarse Gabriela García.
Estos
hubiese, de mucho peso, contrastan
una verdad oculta en un lugar común: “las comparaciones son odiosas”; además,
podría parecer un descalabro –si es que no lo es– establecer relación alguna
entre el multimillonario jugador del Real Madrid y la tímida venezolana quien
ni siquiera puede optar por ser futbolista profesional en su país –por la
simple razón de que en Venezuela no existe fútbol profesional femenino–; sin
embargo, es casi un pecado no resaltar las parecidas maneras que guarda el
estilo de juego de Gabriela García en relación a las del portugués.
También
se le da bien eso de hacer goles. Lo certificó en el Sudamericano sub 17, lo
certificó frente a Zambia, marcando un hat-trick:
dos goles con depurada colocación del cuerpo, correcto manejo del espacio, buen
desmarque y pulcra definición; más uno producto de su buen remate de cabeza.
Sí, en algunas cosas recuerda a Cristiano Ronaldo.
Recuerda,
también, a ese típico volante ofensivo venezolano de mucho desborde, buen uno
contra uno y con gol; figura arquetípica de esa idiosincrasia Vinotinto que
Richard Páez definió en su momento como “irreverencia”. Una irreverencia contra
el rival, contra las leyes no escritas y contra los kilos de la historia.
Irreverencia que acostumbran mostrar, por ejemplo, los regateadores de canchas
de fútbol sala cuando en caimaneras se juntan con sus compinches para formar
eso que Dante Panzeri llamó “la camarilla”: sociedad de parlantes del mismo
idioma, con formas de líderes dispuestos a tirar las riendas de todo un equipo.
Con
el 1-0 en el marcador, tras un tanto de Deyna Castellanos, al inicio del
segundo tiempo la paridad de los primeros cuarenta y cinco minutos tenía
disgustadas a Deyna, Gabriela y La Kika Lourdes Moreno –quien no marcó, pero
hizo un gran partido–, por eso se dispusieron a formar una sociedad armónica,
ordenada y obediente al servicio del colectivo.
Matemáticas
simples: 9 (Deyna) + 10 (La Kika) + 11 (Gabriela) = 4
goles para pasar a cuartos de final. Dagas contra la defensa de Zambia, heridas
al espacio, movilidad. Nunca les pillaron el truco y, durante todo el segundo
tiempo, se jugó como ellas quisieron y a lo que ellas propusieron.
La madurez envuelve a la
selección de Kenneth Zseremeta, un equipo tan bien preparado que hasta galantea
un repertorio inagotable de celebraciones. Entre bailes, risas y abrazos, el
país junta sus brazos para apoyar a estas chicas, mientras en algún lugar de
Venezuela una niña le exige a su mamá ser inscrita en un equipo de fútbol, un sponsor
investiga sobre equipos de fútbol femenino en Venezuela, un dirigente se
replantea la (des)organización del fútbol femenino, y treinta millones de
venezolanos, con esa peligrosa capacidad para ilusionarse, sueñan, sueñan despiertos
viendo a niñas empezar a hacerse mujeres.
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