“Es
una decisión que ya conversé con mis padres, mi futuro está dentro de una
cancha de fútbol”.
Deyna
Castellanos muestra la misma seguridad al momento de definir. Cada pelota
cercana al área rival que se encuentre entre sus pies eleva expectativas en
millones de venezolanos. “Deyna, Deyna, Deyna”, se emocionan los narradores
cuando la ven transitar, balón controlado, rumbo al arco. “¡Deyyynaaaa!”,
alargan su nombre, como suspirando luego de una ocasión fallida; como aclarando
la garganta a sabiendas de que pronto pudiese venir un gol.
Fue
así como tras un pase de Zambrano, otra vez, encontró la manera de encorar la
garganta de cuanto venezolano estaba pendiente del enfrentamiento contra Italia
y de las proezas de esta selección femenina.
Deyna y gol. Como si las tres
palabras obligatoriamente debieran ir juntas: Deyna, y, gol.
Beso al escudo de la camiseta
frente a la cámara. Figura de corazón con los dedos. Mueca de complicidad con
la madre quien se encontraba en la tribuna. Cabeza erguida y sonriente, como un
avestruz orgullosa; definitivamente negada a ocultar su testa en la tierra. No
tendría motivos más allá de cierto grado de pudor: su popularidad crece como
inyectada con esteroides de buen fútbol.
Único gol del partido.
Venezuela, ya con el pase asegurado a cuartos de final antes de su tercera
victoria, cierra su paso por la fase de grupos de forma invicta, con ocho goles
a favor y ninguno en contra; todo esto más una victoria frente a la histórica
Italia, algo que pronunciado en voz alta, mientras se habla de fútbol mayor
profesional masculino, sonaría a pura ficción literata. Nada de eso. Hoy por
hoy, la Vinotinto sub 17 femenina se muestra como un equipo competitivo: con
herramientas solidas y notables baches –los defectos no son pocos–; un equipo
que despierta utopías, engaña de triunfalismo y enferma de mentiras estilo “el
fútbol femenino ha crecido”. Más allá de eso, tras la victoria, Deyna fue a
abrasarse con su madre, como quien respeta sus origines; luego, el abrazo fue
grupal: toda la selección se arrodilló en una esquina, unida, armónica,
convencida de sus posibilidades. Se respira madurez competitiva dentro de los
pueriles rostros femeninos aún marcados por cierto dejo de niñez.
El próximo 27 de marzo los cuartos
de final invitaran a consolidar una historia que desde hoy tiene final feliz,
un recuerdo grato por fútbol y victorias, ahí, al lado de la selección de
Richard Páez, la sub 20 mundialista y el equipo que jugara la Copa América
Argentina 2011. Ahí, en donde perduran esos equipos que han sembrado alegrías
en un fútbol que destaca por mediocre y por mentiroso: con tan buenas
jugadoras, con un equipo tan bien formado, y con un entrenador tan capacitado,
cualquiera pensaría que nuestro fútbol femenino es un diamante. Y no estaría
lejos de la realidad tal aseveración, pero es un diamante en estado de carbón y
bien, bien, bien lleno de espeso fango.
Que las victorias, en vez de
hacernos olvidar, nos inviten a la reflexión.
UNA LUZ DE ESPERANZA EN UN MAR TURBIO Y OSCURO. LA FVF (FALSEDAD VENEZOLANA DE FÙTBOL). El mundo representado en micro, es decir, nuestro país y su Organizaciòn es una constante ola de golpes al aire sin sentido, sin dirección ni enfoque. A veces nos cansamos de repetir la cantaleta pero eso no deja que nos alegremos con protagonistas en la cancha de la Calidad de Deyna Castellanos, es excelente jugadora, no quiero ahorita sumar adjetivos porque estoy impactado con lo que he visto, de hecho un vìdeo de su recorrido a los once años me dejò impactado. Ojalá esté siempre sana física y mentalmente y nos dé más luces de esperanza en este micro mundo desastroso que hoy respiramos...
ResponderEliminarUna saludo, amigo leal. Tus escritos engrandecen este patio virtual donde luchamos por la unión y la armonía del balompié nacional. Contra la corriente pero sin ceder terreno...
Muy gratas y llenas de cordura tus palabras, Sergio. Un abrazo.
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