jueves, 27 de septiembre de 2012

Teatros del silencio


El concepto del arte poco valorada, tiene un longevo valor en casi todas las culturas. Desde el poeta que se viste de rapero para hacer reír a un vagón del metro, hasta el pintor que actúa de vándalo para plasmar pinturas ilegales en paredes prohibidas, pasando por aquellos novatos que hacen sonar su música ante sillas ocupadas sólo por sus familiares; todos tienen algo en común: ilusión, ganas y poco público.
               
Es así, como a diario, obras silenciosas se narran en los estadios profesionales del fútbol venezolano, con asientos vacíos, dónde rebotan los gritos de gol o las quejas aireadas de aquellos que corren por el terreno de juego. Tal es la calma que se respira que hasta las indicaciones de los D.t, llegan en perfecta claridad a los oídos de los pocos asistentes, incluso aún, cuando la distancia entre el banco de suplentes y la tribuna más cercana del Estadio Olímpico de la UCV, deja un espacio para la perdida de claridad auditiva.
                
Son las 7pm, del miércoles 26/9/2012 y tan sólo un par de horas antes los jugadores habían empezado a dejar sus carros en el estacionamiento interno de la Universidad Central de Venezuela.
                
Entrada gratis ¿Quién ve Copa Venezuela? ¿Quién está libre un miércoles?... Si a caso dos ¿guardias? Fingen revisar a las pocas personas que van pisando la tribuna principal, mientras en el megáfono una fuerte voz trata de evocar a los fantasmas de una afición que no existe.
                
El partido va a empezar y el Atlético Venezuela se siente local, dado que cada jugador pareció llevar a tres amigos, a su esposa y a sus hijos, para que todos juntos simularan el apoyo de una barra organizada, a su vez que un par de trapos guindados en la reja hacen suponer la existencia de una barra petareña, compuesta por no más de tres tambores y por menos de 10 personas.
                
Los artistas están lejos de dibujar las proezas más grandes que ha dado este deporte, pero su sudor y toque de balón, bien vale el precio mínimo de un boleto y bien merece que aquel primer grito de gol por parte de los locales, fuese celebrado por un estadio cuando menos a la mitad de su capacidad.
                
Petare se aproxima y luego se diluye. Sus problemas en la media son descifrados por los visitantes: Consiguen a Camilo Ramírez perdido en un espacio de fantasía, se va pero no regresa y sus pases son pinceladas mal lanzadas sobre el lienzo, por ende Andreutti se siente sólo en un limbo de veloces maratonistas que buscan siempre por la derecha (Para luego lanzar hacia la izquierda) el arco defendido por el joven Giancarlo Schiavone.
                
¿Y qué sabe Cásseres de anatomía, fisiología, ciencia o sentido común? Si a sus 35 años sigue corriendo como un niño de barrio que encuentra en la pelota un sueño o una salida al mundo. ¿Qué sabe aquel moreno, de gloria? Si luego de tantas batallas y tantos éxitos sigue pegando gritos, quejándose con el árbitro y armándole broncas a sus compañeros, cómo si una carrera llena de éxitos no le bastase. Ah, pero algo sabe de tiempo, ya que en algún momento, algo antes imposible se tornaba en su boca, era un jadeo, un jadeo que nunca disminuye la emoción que sienten, propios y extraños, cuando lo ven arrancar desde el medio campo de cara al arco.
                
Y si cada jugador del Venezuela llevó a parte de su familia, JJ Morales metió en el estadio a medio Uruguay: “¡Vamos JJ!” “¡Eso es JJ!” “¡Vamos por el tercero JJ!”… La gracia de la suerte lo hizo marcar los dos tantos de su equipo, pudiendo celebrar con la pelota bajo su franela (Simulando un embarazo), nada más que el segundo, pues al primer intento la pelota nunca se la dieron…
                
“¡JJ esté!” grita algún hincha frustrado del Dvo Petare, mientras señala en tono brusco su zona pélvica y en él y en los brazos cruzados del profe Plasencia, se retrata lo que ocurre en el terreno de juego.
                 
Al final, el marcador apoya a los visitantes con un 1-2 que invitaba a más goles para ambos bandos. El Atlético Venezuela aplaude, el Petare ve al piso y ambos, con la misma tranquilidad con la que llegaron van dirigiéndose a los camerinos para ir dejando el estadio casi como lo encontraron: tranquilo y vacio, al momento, que el Silencio, se relame de haber disfrutado de otro espectáculo, sin gritos ni cantos, allí en su puesto VIP ese que para su dicha y llanto de todo un fútbol profesional, encuentra en casi todos los estadios y en casi todos los partidos…

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