viernes, 5 de octubre de 2012

A nadie le duele el absurdo

Lo dice Vico C en una de sus canciones: “Mi hermano usted que dice ser cristiano, cuando ves un vagabundo ¿por qué no le das la mano? Le dices de lejito Dios te bendiga, pero no sacas ni un pesito para llenarles la barriga”

Es que la interpretación de dicha frase es perfectamente adaptable a la realidad de nuestro fútbol; y para entender la dimensión del asunto, conviene sembrar la interrogante de en cuantas ligas del mundo, el campeón defensor, amenaza desaparecer a mitad del torneo posterior a su corona.

Pero las lágrimas no corren sólo por el color roji-negro que hoy hace de protagonista en los medios nacionales, sino, por ser un problema de canas y barba larga.

Nos acostumbramos, incluso los jugadores, a que cada campaña haya al menos una divisa que suene en escándalo por el maltrato a sus efectivos.

Queda claro que nuestro fútbol tiene un respeto mínimo por el sudor de sus protagonistas, peor aún resulta, el que dichos protagonistas se tenga una estima tan baja como para seguir aceptando maltratos o que tengan un concepto individual tan marcado, que si la enfermedad no los azota ¿para que buscar remedio?

Mucha energía se ha empleado para dar correazos verbales a los dirigentes de nuestro fútbol y hablar del pobre nivel de la media, es redundar, sin embargo ya es momento de aclarar que la víctima es víctima porque quiere serlo… Si a los propios jugadores no les duele ¿por qué debería al resto del medio? Si los propios jugadores no hacen nada ¿por qué alguien habría de hacer algo? Si los jugadores no se unen ¿por qué la FVF tendría que darle importancia a tanto absurdo?

Los principales afectados prefieren voltear a otro lado y pasar de equipo en equipo, temporada tras temporada, cruzando los dedos para no caer una de las tantas promesas que jamás se cumplirán… Es momento de recordar, tal como dijo Albert Einstein, que: “el mundo es un lugar peligroso para vivir, no por los que hacen mal, sino por aquellos que se cruzan de brazos y lo permiten”. Todos podemos hablar, es momento de actuar.

Para leer: ¿Dónde estoy?



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