Bajo
el manto de la luna empieza todo. Con las estrellas vigilando, con la cama
abrazando, las cobijas sobando, y la cabeza, descansando. La almohada, es el
primer testigo, es el cofre de los recuerdos, la confidente de tantos y tantos
sueños. Son noches mágicas, en las que revivir los toques te hace
sentir como Zidane, en las que recuerdas una y otra vez aquel pase, o aquel
gol, quizás un caño, rabona, atajada o tacle. Allí, empieza todo.
¿Cuántos
no han jugado en el barrio creyendo que disputan la final de la Libertadores?
¿Cuántos goles se han celebrado en la soledad de potreros que simulan grandes
estadios? ¿Cuántos chamos han sido aplaudidos, haciéndolos
sentir como un José Manuel Rey, Miguel Mea Vitali, un Alain Libeskind o Rafael
Castellin?
Precisamente
ese último, un delantero que le ha dado tanto al fútbol venezolano; según la
prensa, se alejaba de algún entreno del Lara, entre gritos y juramentos de
renuncia. Y si ponen en duda la palabra de ese que jamás duda dentro del área,
pueden chequear el decreto de Miky: “Probablemente el domingo, sea el último
partido del CD Lara”
La
verdad es que son muchos los niños que se revuelcan en el colchón queriendo ser
Arango, y sólo unos pocos (La mayoría, de nombre Juan Fernando) lo logran. En
el camino inicial, tras aquellos primeros roces con la pelota, se encuentra la
entrada a la conciencia de que el balón te puede dar de comer y es con 14, 15 o
16 años, que el fútbol deja de ser ocio y empieza a ser negocio.
De
apoco, la ilusión de jugar en el Caracas o el Táchira, se disipa a la espera de
una simple oportunidad en Primera, mientras que aquellos que llegan, les dan la
bienvenida con un gran machete que les ayudará a cortar la maleza de esa jungla
llamada fútbol profesional.
Ese
mundo que se esconde detrás de la pantalla del televisor, oculta implicaciones
casi nunca vistas que no siempre resultan fáciles de llevar, aún en las ligas
más jugadas en la PlayStation.
Sin
embargo, al margen de esa jungla general, se esconden tierras en las que dicen
se juga fútbol profesional, pero en las que se cachetea y escupe al jugador. Venezuela, es una de ellas.
“En
el Getafe me trataron como mercancía” Decía Miku a la prensa. El delantero del
Celtic, acababa de dar dimensiones al
concepto de “futbolista”, al menos, para los que manejan al fútbol. A pesar de
eso, una buena mercancía, es un producto y un buen producto tiene un valor y hay
que valorizarlo, por eso, a los cracks que venden y rinden, les inyectan tanto
dinero.
En
nuestro fútbol, el jugador, es menos aún que un producto. Y el sueño de vivir
del balón, en este país, a pesar de llamarte Juan Fernando, puede parecer a los
14 años, más que un lejano y poco probable sueño, una utopía; sino, pregúntenle
a Richard Páez y su negación respecto a que su hijo, Ricardo David, fuese
jugador profesional.
El
CD Lara sigue el camino de sus hermanos perdidos, cayendo en el abandono de un padre
descuidado (Por ser benévolo), el FutVE; y ante la ausencia de una LOPNA que lo
ampare, los jugadores del actual campeón (Así de jodidos estamos), tendrán que
pasar largas noches disimiles a aquellas en las que soñaron estar donde hoy
están. Hoy, los 11 meses sin cobrar les impedirán dormir y de aquí al domingo y
seguro un poco más allá, tendrán que pasar, varias noches sin sueños.
Para leer: El sueño del pibe
Pepeganga Margarita, Marítimo, UA Maracaibo, Nacional Táchira, etc. etc. etc.
ResponderEliminarLa historia se repite una y otra vez; nadie hace nada para cambiarla.... Así estamos...
ResponderEliminarSaludos.