domingo, 22 de diciembre de 2013

Amor y frustración

Dos palabras ligadas por el cliché ceñido a las relaciones sentimentales expuestas en las trágicas novelas románticas; o a ese victimismo clásico del latinoamericano quien establece puentes entre el amor y el dolor. Pero nada que ver. No, no, nada de eso. La nota a continuación no se regodea en melodramas, por el contrario, es un fragmento minúsculo –como toda historia– de la realidad de las chicas del equipo femenino de fútbol de la UCV.

Recibí la invitación para cubrir uno de sus entrenamientos con el agregado de conocer a tres mundialistas (Silvana Aron, Génesis Moncada, Maleike Pacheo; Trinidad y Tobago 2010), más otras dos chicas quienes esperan vivir desde adentro Costa Rica 2014 (Tony Pereira, Bárbara Serrano); todo esto a tres días de la final del torneo de Asociación, el cual se disputaría el viernes 29 de noviembre (La UCV acabaría coronándose) en el Cocodrilo Sports Park, frente al Caracas F.c

Es martes, la cancha del estadio Olímpico se encuentra ocupada, nadie del cuerpo técnico parece enterado de la realización de un acto el cual promete alterar la planificación del profe Papa Nino (Francisco Aron). Ayrton Marques, preparador físico, se disculpa conmigo antes de empezar a contarme sobre el equipo: “Es un grupo con muy pocos vicios, fuera del terreno de juego y en la parte futbolística”. Me actualiza y ejerce de mi ayudante al momento de seleccionar las personas a entrevistar.

Papa Nino (D.t): carencias y orgullo

Así, sin tilde, Papa y ya está. El profesor Francisco Saberio Aron Fanelli es el D.t, labor la cual lleva a cabo con ciertos aires de paternidad. Su esposa, la mamá de la mundialista Silvana, se encuentra sentada cerca de los vestuarios, mientras que su hijo, en shorts y franela de la selección, conversa amenamente con el preparador físico. Todo queda en familia.

“Estuve con el equipo de la UCV los tres años que estuvo en Primera”, es curioso, porque habla de sus logros como jugador y, posteriormente, como D.t, casi sin inmutarse, como si estuviese narrando una cotidianeidad. “Hemos jugado la final los últimos siete años, y de las siete finales que hemos jugado hemos ganado cinco. Las dos que perdimos las perdimos contra el Caracas”, se refiere al torneo de Asociación.

Tras pocos minutos, me queda muy claro que estoy frente a un equipo acostumbrado a los éxitos, un equipo ganador. ¿Podía ser de otra manera con una plantilla de tanta calidad? Son más de cinco las jugadoras quienes se han puesto la camiseta nacional, chicas acostumbradas a viajes y a prepararse como atletas de alto rendimiento; pero, ¿las tratan como tales? “La UCV costea los gastos (Cuando viajan) de las jugadoras que sean estudiantes activas de la Universidad (…) hay niñas que a pesar de que visten el uniforme de la Universidad, representan a la Universidad, tienen que costearse sus gastos, o hacemos de tripas-corazones los representantes; hay muchos que gracias a Dios a colaboran”. El equipo juega tanto el torneo de Asociación como la máxima categoría del torneo de la FVF, Primera División de fútbol femenino, se podría decir. Es rarísimo, entonces, lo comentado por el profe, pues no me imagino a Rafa Acosta pidiéndole dinero a sus padres para poder viajar con Mineros debido a que él no se formó en la institución.

Si en este país se juega una vana imitación de fútbol profesional masculino, el fútbol femenino es tratado casi como un mal chiste.

Aún con unas estructuras paupérrimas se ha logrado la clasificación a dos Mundiales sub 17, resaltando además que el primer y único torneo CONMEBOL que ha ganado cualquier selección venezolana de fútbol es precisamente un torneo femenino. “Yo creo que el fútbol femenino le está pisando los talones al masculino; pero, o no nos hemos dado cuenta, o no les interesa apoyarlo a nivel federativo”, el rostro de Papa Nino pierde sosiego, se ensombrece.

La FIFA obliga a cada país a tener selecciones femeninas participando en los torneos de sus respectivas confederaciones; “Me imagino que las llevan por obligación, porque la FIFA los obliga, no porque quieran que el fútbol femenino avance”, acusa a la FVF, “La selección que acaba de ganar el Sudamericano estuvo dos meses encerrada en Barinas, no pudo hacer giras ni partidos internacionales de fogueo”. La conversación continua, alcanzando su mayor halo de pesadez cuando sentencia: “Lamentablemente aquí las mujeres no van a vivir del fútbol”. Sí, ya lo sé, lo tengo claro, todos los involucrados lo repiten como grito de guerra; no hay fútbol profesional femenino en Venezuela, pero, disculpen el romanticismo de este humilde redactor: me entristezco profundamente cada vez que escucho esa frase.

Más por mi exacerbación que por la comodidad del profe, prefiero pasar a temas más alegres. Si Papa Nino se mostró sosegado al hablar de sus logros deportivos, un poco revuelto al explicarme la realidad del fútbol femenino, una sonrisa se eleva a su rostro cuando le pregunto por su hija, Silvana Aron: “Es una jugadora muy bien dotada técnicamente. No es una estrella, pero pocas jugadoras tienen el nivel técnico de Silvana”. Ajá, un padre orgulloso.

“Silvana practicó natación desde los cuatro hasta los siete años, y un día me dijo que quería jugar al fútbol (…) Ella es la jugadora, y esto lo puede buscar cualquiera, quien quiera, en donde sea –enfatiza con marcados gestos de cabeza, cual padre orgulloso desafiante al juicio vituperado de ciertos sectores–, con más títulos nacionales en su haber: tiene diez; ¿por qué tiene tantos?, bueno porque fue a sus primero juegos nacionales sub 15 teniendo diez años”, nunca había escuchado a un padre orgulloso por la precocidad de su hija adolescente; menos mal la misma se manifestó en el fútbol.

Antes de explicarme la sesión de trabajo, me cuenta una anécdota de su hija, quien cuando estaba en sexto grado golpeó a un niño quien le dijo “marimacha”. Upa, la anécdota promete y, para mi fortuna, Silvana ya caminaba hacia mi encuentro.

Silva Aron (Volante de primera línea): el fútbol como estilo de vida, no como profesión

La carita sonriente de Silvana haría pensar que la chica está acostumbrada a tratar con los medios, casi parece una estrella, aunque la realidad es otra: “Son pocas las personas que saben que por lo menos yo participé en el Mundial, sólo los que conocen el ámbito de fútbol femenino”. De poca estatura y, dicen, una técnica muy depurada, confiesa admiración por Xavi Hernández y Andrés Iniesta, “Me gusta dar fluidez y generar juego”, enfatiza.

Cuando le pregunto si quería ser boxeadora o futbolista, cual suricata, se endereza en la silla con una mueca entre el rechazo y la extrañeza; “Ah, es que tu papá me contó una anécdota de un puñetazo que le diste a un chico por llamarte marimacha, ¿cómo fue eso?”, sonríe, “(…) Estaba jugando futbolito y le hice un caño, un túnel, a un chamo; él se picó (…)”. La historia, más allá del obvio desenlace con los padres de Silvana en Dirección, me lleva a cuestionarla sobre si se le ha hecho difícil jugar al fútbol en una sociedad marcada por paradigmas deportivos machistas, “Un poco, sí. Todos se te quedan viendo como –agrava la voz– ‘Oh, una mujer que juega al fútbol, y tal’ o te tildan de marimacha, pero después que te acostumbras es más fácil sobrellevarlo todo”.

Mientras conversamos, el resto de las chicas empiezan a entrar a la cancha. Le pregunto sobre la preparación para Trinidad y Tobago 2010: “Estuvimos concentradas un mes antes del Mundial, sin teléfono, restringiendo las comidas, entrenando tres veces al día (…) el teléfono te lo daban casi que un ratico nada más para hablar con tu familia, con tu novio y ya (…) Me afectó mucho, sobre todo porque soy muy familiar”, una dura experiencia para una adolescente, “Maduras como futbolista, maduras como persona; te animas a esforzarte más… es una experiencia que sin duda te cambia”.

Cuando en este país los chicos de 15 años ya están pensando en cuánto podrían ganar si juegan al fútbol, es raro tanto compromiso, por un tiempo tan prolongado, por parte de alguien quien ni siquiera tienen la esperanza de fichar por un club extranjero, “Me gustaría seguir jugando al fútbol, pero no me veo en el fútbol profesional”; Silvana se muestra muy enfocada también en su carrera, Nutrición, la cual le gustaría desempeñar en el área deportiva. Ahora bien, ¿nutrición deportiva?, ¿papá y novio futbolista?, ¿amigas futbolistas?, ¿futbolista de alto rendimiento? ¿¡No se cansa del fútbol!? “No. Tu vida gira en torno al deporte”, discúlpenme, pero eso, queridos lectores, es amor.

Génesis Moncada (Central): contundente, pero femenina

“El que juegue al fútbol no significa que no voy a estar arreglada, vestida, maquillada; que no voy a estar femenina (…) Me gusta estar arreglada, me gusta verme bien”, todo esto lo dice luego de explicar que como defensora central le toca ir con bastante fuerza a las jugadas. ¿Coqueta más contundente?, ha de ser una cuaima.

“Estar en el Mundial, mira… otro nivel”, Génesis soltó una risa tímida cuando le pregunté por el Mundial dejándole claro que tenía prohibido decir que fue un sueño, “Había chamas de nuestra misma edad y eran como diferentes, pues (…) te das cuenta de que eso es un Mundial”.

Lamenta no haber podido competir debido a un cuadro gripal el cual, irónicamente, le bajó todas las defensas. “Fue duro, sí, fue duro”, pese a eso, parece mantener la motivación a tope siempre que se trate de fútbol, “Yo podría ir amanecida, o trasnochada un sábado (Al partido) pero tengo mi compromiso con la UCV, con mi equipo (…) A mí me gusta mi deporte y estoy comprometida”, quizá tanto o más, como Khedira cuando corre infatigable en el medio campo alemán. El jugador del Real Madrid es su modelo, aunque, cuando era niña, fue seguidora de Beckham, “Ehm… disculpa, pero debo preguntarlo, ¿por su forma de jugar o por…?”, “Por las dos”, responde con naturalidad.

Génesis conoció el fútbol con 11 años, edad en la cual fichó por la UCV; su buen rendimiento la llevó a la selección; sacrificios, muchos. Explica los inconvenientes que tuvo en el Liceo y como tuvieron que llegar a un “acuerdo” para poderla evaluar, pues pasaba demasiado tiempo viajando o concentrada. “Aquí, en la Universidad, son un poquito más flexibles”. Habiendo dejado tanto de lado, debo preguntarle si planea jugar al fútbol profesional; alza las cejas, “¿Aquí en Venezuela?”, su sonrisa irónica me obliga a explicarme: quiero decir, si se ve jugando al fútbol profesional en el extranjero, “Sí, puede ser, si llega la oportunidad…” ¡No!, basta de clichés, ¿está o no está en su planificación de vida? “No, porque estoy muy enfocada en la Universidad”.

Karla Torres (Delantero o volante de segunda línea): futbolista y entrenadora con sueños de directiva

Karla sí parece querer vivir del fútbol. Una sonrisa alquila buena parte de su rostro, así va a mi encuentro, se nota feliz al saberse en la lista de las chicas para entrevistar. “El fútbol es una de las cosas principales de mi vida”, cursa tercer semestre de Estudios Internacionales, es entrenadora Nivel C del Colegio de Entrenadores de la FVF y acaba de participar en Yaracuy en el primer curso FIFA de fútbol femenino dictado en Venezuela. “Me gustaría irme a trabajar afuera (…) en la FIFA, en la parte administrativa”, ya no se ve jugando en el exterior, a sus 21 años considera que esas oportunidades quedaron en el pasado, recordando, incluso, como en un Sudamericano sub 17 un entrenador chileno preguntó por ella, aunque, al final, nada se concretó.

Hoy sus prioridades son finalizar su carrera, establecerse en Venezuela, y hasta dice algo de “formar un hogar”, aunque aclara: “Quien quiera estar conmigo tendrá que entender que, por ahora, va a ser así (En relación al poco tiempo del que dispone para cosechar una relación); y si no, bueno, esperar, porque el fútbol para mí obviamente va a ser por un tiempo determinado”, se refiere a su actualidad como jugadora; y es que bien lo comentaban tanto Silvana como Génesis, parte de los sacrificios de jugar al alto nivel es disponer de poco tiempo en el ámbito sentimental: “No les dedico el tiempo que todo novio u hombre quiere, y se ponen un poquito necios; por eso, por ahora, no tengo novio”, lo único preocupante de la aclaración de Karla es como conjuga en plural. A una jugadora con tanto talento le han de llover pretendientes.

Realmente, el verdadero amor de Karla es hacia el balón, dice haber empezado a jugar fútbol sala en San Martín, en un equipo de varones, para, posteriormente, en la categoría infantil B, probar y ser aceptada en la UCV.

Con relación al tabú de ver a una chica jugando al fútbol recuerda a algunos de sus primeros rivales en la escuela de San Martín, quienes trataban de agredirla físicamente –con entradas bruscas– o verbalmente; confiesa haber tenidos sus “padrinos”, sus “defensores”, pues sus compañeros salían al paso cual peones defiendo a su reina. Karla rondaría los 10 años, y cuando le pregunto si alguno de sus compañeros trató de propasarse con ella o de echarle los perros, responde que “Esto estaba, pero era muy pequeña como para estar pendiente de eso. A lo mejor me podía gustar un niñito y eso, pero no tenía novio ni nada porque estaba muy chiquita”.

Antes de despedirnos, Karla saca a relucir sus conocimientos como entrenadora; le pregunto, desde mi ignorancia, cómo se planifica un mes de entrenamiento teniendo en cuenta el período (La menstruación) de las jugadoras: “En la parte emocional sí nos afecta (…), pero ya en la parte física, a pesar de que nos sentimos cansadas, sentimos que no corremos igual, las hormonas están trabajando todas a la vez, entonces estamos más bien más fuertes, más rápidas (…)”, un tema meramente psicológico.

¡UCV!:

El final de la charla con Karla coincide con el final de la sesión de trabajo. Las chichas, tras hidratarse, posan para la foto. En mi agenda quedaron Tony Pereira, Bárbara Serrano y Maleike Pacheco, ausentes por lesión y algún permiso solicitado al cuerpo técnico.

La palabra amor parece resumir, cursilería de lado, el significado del fútbol para estas chicas. Es curioso, se duda del amor que puedan profetizar las mujeres hacia el deporte, mientras estas jugadores entrenan, viajan y se sacrifican sin ningún tipo de remuneración ni económica o de estatus; por otro lado, los varones acostumbran soñar más con el estatus de Piqué, la pinta de Cristiano o los millones de Eto’o que con partidos y balones. Es curioso, se tilda de marimachas o se duda de la sexualidad de las futbolistas, mientras en el fútbol masculino de élite los rumores de homosexualidad son la corriente de un río cada vez más próximo a desembocar. Y, es curioso, porque sin un verdadero apoyo, sin real interés y con un irrespeto inmenso hacia el buen hacer en la organización, el fútbol femenino ha alcanzado logros incoherentes en relación al paupérrimo manejo ejercido desde los despachos.


Me despido del equipo con una rara sensación en mi estomago: coexiste algo grato –producto de haber tratado con personas de mucha calidad humana– junto a un pesar diminuto, en el cual me concentro, pienso, reflexiono, hasta que se impone en mi cuerpo. Estoy triste, pero es una tristeza rabiosa. Me cuesta asimilar como estas chicas no pueden optar por vivir del fútbol en su país, y, para mí, lo más duro, es la resignación con la cual lo asumen. Las jugadoras de la UCV me dieron un sentido repaso a la obra del maestro Dante Panzeri, quien defendía la vocación hacia el fútbol y su calidad de juego por encima de negocio; recalcando que al juego de fútbol, mucho daño le hace el fenómeno internacional del fútbol como espectáculo, un negocio bajo el cual se mueven muchos intereses que salpican al jugador y condicionan su vocación. Si me lo permiten, personas como estas chicas merecen, sin duda alguna, esos altos salarios pagados a los futbolistas; personas así, merecen hacerse millonarias jugando al fútbol. La vida, indescifrable como el bote de un balón, esconde lecciones complejas.

1 comentario:

  1. Realmente impresionante el esfuerzo y la dedicación de estas chicas, y agradecerte por dedicarle algo de espacio al renegado mundo del fútbol femenino en nuestro país

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