domingo, 14 de agosto de 2011

El idioma universal.

                ¿Qué tienen en común doce rusos (Solo uno medio habla español), de los cuales 9 pasan los 30años y 3 no sobrepasan los 14. En su mayoría son catires, de cabello corto, ojos azules o verdes. Con un chamo de 18años, venezolano, moreno, ojos cafés, cabello rapado y rizado, que de más está decir que de ruso no entiende nada?
                Llegué tarde al entrenamiento de ese día. De antemano les pido por favor que si alguno conoce a mi entrenador o algún funcionario del cuerpo técnico de mi equipo se guarde para sí mismo esta historia.
                 Tras la reprimenda obligatoria (Ya el entreno estaba culminando), me encontré con la sensación de frustración por haber perdido el viaje.
                Carreras, ademanes, y proezas fui haciendo (Junto a un compañero) desde Los Teques, con la ilusa utopía de pretender llegar a tiempo.  Ese fue un día movido, ya había bajado a Caracas en la mañana, retorne a mi hogar y muy voluntarioso (Y con la obvia obligación) me decidí a dirigirme al entrenamiento.
                ¿Qué hubiesen hecho en mi lugar? Mi compañero y yo, al tiempo que todos se dirigían a los vestuarios, nos escabullimos (Había que justificar tanto apuro) hacia las canchas de fút-sal que se encuentran más arriba de nuestros lugares de entrenamiento.
                Obviamente, todas ocupadas, alquiladas. Con decisión, y la cierta habilidad para el dialogo y la diplomacia que me ha caracterizado desde siempre (Modestia aparte) comencé a preguntar cancha por cancha (Según en las que se vislumbraban mayores posibilidades de aceptación), a quienes les faltaban dos jugadores.
                En la tercera que pregunte (Curiosamente era la primera en ubicación), me encontré con un golero que solo me supo decir “Hola” y tras mi breve discurso se limitó a contestar “No hablo español, igual… ¡¡XXXX - No recuerdo el nombre que pronuncio - ven acá!! - Creo que eso quiso decir -”
                Entraríamos tras la derrota de algún equipo. Jugaban 6 para cada lado, en vez de 5. Los gritos, gemidos, y palabras nos ahondaban las interrogantes a mi amigo y a mí: “¿Serán Alemanes?” “Franceses” decía él. Ambos erramos, eran rusos, un pequeño niño (Hijo probablemente de alguno de los veteranos jugadores) nos lo informo.
                Nadie perdía, fallaban goles por ambos lados. Yo, como tratando de congeniar repetía desde la línea (Con crecientes ganas de jugar) gestos y ademanes de aquellos extranjeros.
                De ipso facto, sin previa señal, uno de los más veterano (45 años quizás) se me acerca. Entre un murmullo (Grueso y grave, como el de casi todos) y su lenguaje corporal solo pude entender que me dijo “entra”.
                ¿Por qué yo? ¿Por qué no mi compañero? ¿Por qué no los dos?... Seria engreído pensar que por mis aptitudes de juego. Nunca me habían visto jugar. Tal vez fue porque yo solo hablé… ¿Qué importa? Me divertí esa noche.
                Entré al equipo que iba perdiendo, o que jugaba peor. Obvio, equipo que gana no cambia. Y tras tocar 3 balones, ya había uno de nuestros contrincantes que no me dejaba de perseguir por todo el campo.
                Gestos y frases dirigidas hacia mí tales como “Muy bueno” “Disculpa, buena jugada, disculpe” o “¡Amigo!” eran lo poco de español que podía escuchar, aunque el lenguaje corporal de mis compañeros me llevaba a entender que estaban felices con mi presencia.
                Mi amigo jamás entró. Tras 15minutos post mi entrada, se fue molesto (No supe de él hasta el día siguiente)… ¿Por qué nunca pudo entrar? Yo que sé, pregúntenle a los rusos… Por sus habilidades futbolistas no fue. Nunca lo habían visto jugar.
                ¿Saben cuándo parece que se te acabo el tiempo? ¿Qué fuiste bienvenido pero no útil? ¿Qué puedes ser bueno pero el resto de jugadores son conocidos y tú un intruso?... Sentí que la noche se me venía, cuando desde el banco uno de ellos me gesticulo algo así como “Yo porteo”. En ese momento yo me hallaba en la arquería, tras dos goles en contra posteriores a mi entrada, solo creí escuchar o entender un frase del inglés “You fuking next
                “Nada, se me acabo el chance” pensé. Corría hacia la banca. “¡No, no!” me gritaron, mientras me señalaban el terreno de juego.
                Verde, muy verde la grama artificial. Color esperanza además. Gritos en español se conglomeraban en aquella compilación de canchas. En donde yo jugaba, la única en la que se hablaba ruso.  
                Oí después de mi interlocutor (Ambos hablábamos fútbol): “Delantero” mientras me señalaba y a continuación al arco rival. ¡Ja! Reí por dentro. ¿Sabrán ellos que soy marcador central? (?)
                No importo. Marque el único gol de mi equipo, puse el 2-1 (Post mi entrada) definitivo.
                “¡Goool!” “¡Muy buenooo!” “¡¡Por fin!! ¡¡Por fin!!”… Rusos cuarentones, de voz gruesa, grave y profunda, sudados y jadeantes me daban la mano y me felicitaban con evidente emoción tras mi jugada (Córner en corto, juagada propia individual, adentrándome en el área, definí ante la salida del portero).
                Minutos después concluyo el partido. Caballerosidad por delante todos a darse las manos. No entiendo bien que decían (Jamás lo supe). Para mí todas sus palabras eran gruñidos, ¿Quién sabe? Puede que ellos pensaran lo mismo de mis frases. Lo dudo, no hablé mucho con la boca. Mi comunicación fue gestual y futbolística.
                Jamás en mi vida me había reunido entre los bancos a estrechar manos tras una “caimanera”. Jugamos 6 para 6. Yo físicamente representaba un contraste evidente para los demás. ¿Qué importa? La pelota seguía siendo redonda. Las reglas básicas las mismas. La intención, evidente, que la esférica cruce la línea de meta contraria. Las faltas se pitaban por igual, las manos prohibidas. ¿Qué hablamos aquella noche? El idioma universal: El fútbol.
Lisbm. Lizandro Samuel.

No hay comentarios:

Publicar un comentario