Nunca
entendió mucho el juego. Nunca supo en realidad de que traba eso y tampoco le
interesó. Por cuestiones familiares le tocó jugar al fútbol desde muy chamo,
aunque él solo sabía que le gustaba correr.
No
fue su culpa, más bien la de su obstinado padre que siempre le inculcó un falso
amor por el balón. Jugó desde que aprendió a caminar, pero su apatía
sub-consiente para con el balompié le impido progresar.
Familia
acomodad, poca necesidad de jugar para vivir, pero ahí estaba su padre otra
vez, que si este será el próximo Stalin Ribas, que si Mendozita, este tiene más
futuro que el hijo de Maldonado.
En
su casa solo se veía fútbol, solo de hablaba de fútbol, solo se creía saber de
fútbol.
El
colegio, de esos caraqueños, muy futboleros, con raíces españolas, esos de
donde supuestamente salen los cracks. De carácter elitesco y que añaden ciertas
connotaciones clasista al fútbol de la Capital.
Entró
en la adolescencia. Su padre le tenía la rosca para un popular equipo. Ya estaba
arreglado su traspaso a la sub17 de un club profesional. Paradoja, nunca le
interesó ser futbolista.
Tampoco era muy bueno. Cierto que tenía algo de técnica, obvio, jugó desde muy chamito. Pero su desmotivación se reflejaba en el terreno de juego. Además tampoco era muy inteligente para estar en la cancha, nunca se esforzó por entender el juego.
Tampoco era muy bueno. Cierto que tenía algo de técnica, obvio, jugó desde muy chamito. Pero su desmotivación se reflejaba en el terreno de juego. Además tampoco era muy inteligente para estar en la cancha, nunca se esforzó por entender el juego.
Cuenta
por ahí un allegado al club, que en 3 años dejaron escapar a 4 fenómenos, sí,
muy habilidosos, todos de barrio…. pero es que jugaban la misma posición que el
apático muchacho, ese que debía jugar porqué sí, después de todo, su papá no
era cualquier hombre.
Entre
bachillerato y fútbol fue creciendo, su rebeldía hacia el fútbol se trasformó
en rebeldía hacia la vida. Y como a esa edad las hormonas a veces te hacen
pensar más bien poco, entre alcohol, matinés, fiestas y discotecas, se fue
formando.
De
más está decir que nunca repitió ningún año escolar ¿Saben quién era su
padre?... Para drenar, decidió hacerse barra de un club, no se engañen, no le
interesaba el juego, solamente le gustaba gritar, insultar y bucearse
(Propasarse) a las atrevidas chicas que hacían presencia en la grada.
¡Ah!
Casi lo olvido. Debo destacar que se volvió hincha del club contrario al de los
amores de su padre, a ese que le habían hecho jurar amor antes de que el
pudiese entender el significado de esa palabra. Pero más grave aún, iba domingo
tras domingo a alentar a la camiseta rival de aquella que le tocaba usar el
sábado. ¡Así es! Jugaba para uno, alentaba a otro.
Por
indisciplina y actitud, no llegó a debutar con la sub20 de su club. Encontrándose
sin equipo, al tiempo que se graduaba. Su padre, desesperado, lo envió a jugar
en las juveniles de un equipo de segunda división. No sin antes hacer todo lo posible
para llevarlo a otro grande del interior, lo que pasa es que su obstinada
esposa quería que estudiase, y “supuestamente” (?) la mejor universidad, para
él, se encontraba en la capital.
Repitió
3 veces el primer semestre, pero su padre era alguien muy importante. Llegó
borracho a dos partidos y se le vio fumando después de los entrenamientos, pero
su padre era alguien muy importante. Y siguió siendo alguien “muy importante”
hasta que el chamo es llevado preso por “alterar el orden público” a las 6am mientras
salía de un conocido club nocturno. Claro que todo hubiese quedado ahí, después
de todo “su padre era importante”, el problema fue que a la 4ªvez en dos meses
que te detienen, el juez pierde credibilidad si no toma cartas en el asunto…
Hoy
tras 8 años en el extranjero regresó a su país. Fue una medida de castigo
paterna por su indisciplina, esa del que todo su entorno fue participe.
En
el país donde radican sus origines familiares se halló solo, sin equipo ni estudios. Sin papá y sin
mamá. Aunque eso sí, con dinero para al menos subsistir.
Dándose
cuenta de que lo único que tentativamente creía entender era el fútbol, y con
un acto de madurez típico de la edad, decidió preparase, o al menos hacer el
intento, para ser periodista deportivo, de fútbol, claro está.
Y
aunque no sin esfuerzo y con la ayuda de que su padre, hoy tras 8 años de
ausencia, previa graduación, llegó a su tierra natal.
Su
progenitor era alguien importante, así que consiguió rápidamente empleo en los
principales medios de comunicación nacionales, escrito, de televisión, y de
radio, todos deportivos, en todos habla de fútbol.
A
eso se dedica ahora que su padre ya no le da dinero, pero le sigue abriendo
puertas, no directamente, sino con su apellido.
A
eso se dedica por estos días. A hablar de equipos ganadores, a basar todos sus
comentarios en la preparación física, a evaluar desde el resultadismo, a
practicar futurología y “excusorología”. Justifica victorias y derrotas según
la “cantidad de amor propio” que tengan los jugadores. Futbolista que no
insulte es apático, el que no se lance
le falta picardía y el que no pegue no quiere a su camiseta.
Para
desgracia lo escucha, ve, y lee mucha gente. Después de todo, su padre fue
alguien importante, su apellido es importante y comenta para medios
importantes, además, estudió en una universidad importante en un país
importante. Su lenguaje es típico de alguien importante, vive en una zona
importante y tiene emolumentos económicos importantes.
¡Eso
sí! Su vigencia y continuidad no tiene que ver con su importancia. 8 años en
aquel país le dejaron algunas buenas maneras. Pero como dice el dicho “hay
cosas que nunca cambian”. Es que por necesidad tuvo que aprender maneras, pero
por apatía, jamás se molestó en entender el juego.
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