Tres
temporadas duró la travesía de Yohandry Orozco en la Bundesliga, la misma Liga
que desde hace unos años se ha convertido en una de las más poderosas de
Europa, y que en la pasada edición de la Champions llegó a situar sus dos conjuntos
insignes, de los últimos cuatro años, en la final.
Yohandry
llegó en el 2010 al Wolfburgo, casi un año después de que la institución
levantará su hasta ahora único título de liga. El marabino arribó luego de dos
temporadas en el ya extinto UAM y otras tantas en el Zulia, esto sumado a su
experiencia en la selección sub20 y para el momento de su fichaje, en la de
mayores.
Pero las diferencias entre La Bundesliga (3) y
la Liga venezolana (69) van más allá de los 66 puestos que las separaban en el
último ranking mundial de ligas publicado en enero por la IFFHS (Federación
Internacional de Historia y Estadística de Fútbol), las mismas radican
principalmente en la calidad y el ritmo de juego; esto, obviamente, dificultó
la adaptación del venezolano, más aún al no tener un paso previo por alguna
Liga europea de aparente menor nivel o por un club con expectativas más bajas.
La
realidad es que el regreso de Yohandry (ahora con el Táchira) resulta ser un
tema rutinario en nuestro fútbol: grandes talentos vendidos al extranjero que
tras un par de años se ven obligados a regresar con más experiencia y anécdotas
que partidos jugados. En tiempos donde prima la ansiedad a por el éxito,
conviene saber dar cada paso con prudencia, sin querer saltarse etapas, como en
su momento le tocó a hacer al jugador venezolano más cotizado en el extranjero:
Juan Arango, quien llegó al Mallorca tras madurar en el torneo local y hacerse
grande en México.
Para leer: Los hombres tienen derechos
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