Se
acaba la temporada y antes del inicio de la siguiente empieza, primero, el
mercado de rumores, luego el de traspasos, mientras entre ambos transcurren las
vacaciones, los torneos internacionales y la pretemporada.
Los
más ávidos del balón se divierten con las especulaciones de la prensa, a la vez
que los gustosos de los álbumes mueven los cromos de jugadores de un equipo a
otro a fin de deleitarse con los paulatinos cambios.
En
Venezuela el mercado de traspasos se caracteriza por ser muy movido: la
billetera emergente da pie a contrataciones escandalosas, siempre habrá una estrella estrellada que retorné al país
en busca de más minutos, y una estrella
naciente que viaje al extranjero en busca del sueño no cumplido por su
homónima.
En ese desfile
de cambios, los técnicos afilan a sus equipos: unos siguen creyendo en la playa
y la montaña, pretendiendo realizar un trabajo físico el cual les dure toda la
temporada. Utopía. Otros empiezan a poner a punto su modelo de juego, mediante
entrenamientos enfocados en la manera escogida para jugar. Todos,
definitivamente, sufren dolores de cabeza en búsqueda de lugares óptimos para
trabajar.
La
pretemporada es el camino de las ilusiones, antes del pitazo inicial de la
siguiente campaña todos los equipos se sienten campeones, candidatos al título,
a clasificar a alguna copa internacional o, al menos, a hacer un buen trabajo; pero será el inicio del torneo en convenio
con el transcurrir de los partidos, quienes juzguen la manera de proceder de
los clubes entre un torneo y otro. Mientras tanto, la esperanza y expectativa,
siguen danzando en la ansiedad de todos quienes aspiran a ver las nuevas
versiones los equipos de sus amores.
Para leer: Los hombres tiene derechos.
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