miércoles, 14 de septiembre de 2011

La tierra de la estupidez.


Pocas veces estuve tan de acuerdo con las palabras de un comentarista o narrador deportivo. No había icono de duda, eran congruentes sus palabras. Absurdas, por el contrario, eran las frases de los responsables que tocó entrevistar.
                
Que sentimiento de vergüenza, vaya bronca interna la que sentí recorrer por mis venas. Profunda tristeza, ahondo un poco mi animosidad al cabo de unos minutos. Nada, nada de esto era del todo ajeno, después de todo, lo que estaba presenciando desde la comodidad de mi cuarto, frente a mi televisor, era algo mío, de todos, de todos los venezolanos; era nuestro fútbol.
               
La tierra de idiotez humana, de la irracionalidad, el lugar donde las decisiones tienen la misma lógica que en el cuento de Alicia en el País de las Maravillas. Orrorosidad, “Juego del miedo”, eso era el estadio Metropolitano de Cabudare, Lara, cuando el pasado domingo 11/9/2011 entre las 5:45pm y las 6:30pm, la barra del Zamora (Disculpen la generalización), dio claras muestras de vacío, de silencio, seguro les golpeaban la testa a los agresores y se manifestaba un ruido hueco.
                
Rollos de papel lanzaron por demás. Hasta que uno llegó a impactar en el rostro al golero Alain Libeskind, provocando, aparentemente el brote de sangre del rostro del jugador.
                
Una marea blanquecina adornaba el piso. Cantos de guerra se erguían por detrás de tanto papel tirado. Abajo, la voz de la incongruencia se hacía efecto.
                
Amagaron con cambiar el reglamento FIFA. Que irónico, es mejor cambiar las reglas que combatir la violencia. Los linieres se movieron de lado. El partido daría inicio sin el acostumbrado cambio “de cancha” de los jugadores, debido a que los de Lara no podían trabajar en paz, al encontrarse en frente de la estupidez.
                
No pudo proseguir. Corre, corre, esquiva de todo, rejas, papel, jugadores, contrarios, todo, menos policías, porque eso si no habían, o al menos no suficientes. Entró al campo una variedad de “espontáneos”, por querer usar eufemismos. Para mí, eran “Asesinos” “Asesinos del balón”.
                
Y una amarga carcajada solté; creo incluso que alguno de mis vecinos se asomó por la ventana, buscando la explicación a tan irónica risa, típica de películas. Sonaban en mi T.V las palabras del árbitro (Marlon Escalante) y el delegado de la federación (Edgar Duran). Que sea más punzante, le pedía a la entrevistadora desde mi hogar. No hacía falta, par de palabras de ambos denotaron su irracionalidad.
                
El partido, a la larga continúo jugándose. Me parece que ante tal incongruencia hasta los jugadores o técnicos podían negarse a dar continuidad a bochornoso espectáculo. Nadie se quejó, volvió a resaltar la estupidez humana, porque se le dio importancia.
                
En una tierra más lógica, con mayor sentido de humanización, con valor a la vida, se hubiese cancelado el partido al entretiempo, no hubiese iniciado de hecho, al faltar funcionarios policiales, al no tener las medidas para garantizar la seguridad de todos los presentes en el estadio. En una tierra donde la administración fuera medianamente aceptable, el Zamora perdería el partido en la mesa, el Metropolitano sería clausurado por un mínimo de 5 partidos, se multaría a la dirigencia del Lara, el árbitro sería suspendido y multado al igual que el delegado de la FVF, se identificarían los transgresores, irían presos y sin posibilidad de pisar una estadio de fútbol de por vida. O a lo mejor no tan así, dado que ni el árbitro ni el delegado podían, al parecer, suspender el encuentro sin autorización de cabecilla.
                
Discúlpenme por dejar volar mi imaginación, se me antoja una utopía que aquí se tome ese tipo de decisiones. Una raya más al tigre, leí por ahí. El tigre ya es una pantera. ¡Todos tranquilos! “El fútbol venezolano ha crecido” y el discurso sigue siendo “Hay que ir a un mundial”
Lisbm. Lizandro Samuel.


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