Pocas veces
estuve tan de acuerdo con las palabras de un comentarista o narrador deportivo.
No había icono de duda, eran congruentes sus palabras. Absurdas, por el
contrario, eran las frases de los responsables que tocó entrevistar.
Que
sentimiento de vergüenza, vaya bronca interna la que sentí recorrer por mis
venas. Profunda tristeza, ahondo un poco mi animosidad al cabo de unos minutos.
Nada, nada de esto era del todo ajeno, después de todo, lo que estaba
presenciando desde la comodidad de mi cuarto, frente a mi televisor, era algo
mío, de todos, de todos los venezolanos; era nuestro fútbol.
La
tierra de idiotez humana, de la irracionalidad, el lugar donde las decisiones
tienen la misma lógica que en el cuento de Alicia en el País de las Maravillas.
Orrorosidad, “Juego del miedo”, eso era el estadio Metropolitano de Cabudare,
Lara, cuando el pasado domingo 11/9/2011 entre las 5:45pm y las 6:30pm, la
barra del Zamora (Disculpen la generalización), dio claras muestras de vacío,
de silencio, seguro les golpeaban la testa a los agresores y se manifestaba un
ruido hueco.
Rollos
de papel lanzaron por demás. Hasta que uno llegó a impactar en el rostro al
golero Alain Libeskind, provocando, aparentemente el brote de sangre del rostro
del jugador.
Una
marea blanquecina adornaba el piso. Cantos de guerra se erguían por detrás de
tanto papel tirado. Abajo, la voz de la incongruencia se hacía efecto.
Amagaron
con cambiar el reglamento FIFA. Que irónico, es mejor cambiar las reglas que
combatir la violencia. Los linieres se movieron de lado. El partido daría
inicio sin el acostumbrado cambio “de cancha” de los jugadores, debido a que
los de Lara no podían trabajar en paz, al encontrarse en frente de la
estupidez.
No
pudo proseguir. Corre, corre, esquiva de todo, rejas, papel, jugadores,
contrarios, todo, menos policías, porque eso si no habían, o al menos no
suficientes. Entró al campo una variedad de “espontáneos”, por querer usar
eufemismos. Para mí, eran “Asesinos” “Asesinos del balón”.
Y
una amarga carcajada solté; creo incluso que alguno de mis vecinos se asomó por
la ventana, buscando la explicación a tan irónica risa, típica de películas.
Sonaban en mi T.V las palabras del árbitro (Marlon Escalante) y el delegado de
la federación (Edgar Duran). Que sea más punzante, le pedía a la entrevistadora
desde mi hogar. No hacía falta, par de palabras de ambos denotaron su
irracionalidad.
El
partido, a la larga continúo jugándose. Me parece que ante tal incongruencia
hasta los jugadores o técnicos podían negarse a dar continuidad a bochornoso
espectáculo. Nadie se quejó, volvió a resaltar la estupidez humana, porque se
le dio importancia.
En
una tierra más lógica, con mayor sentido de humanización, con valor a la vida,
se hubiese cancelado el partido al entretiempo, no hubiese iniciado de hecho,
al faltar funcionarios policiales, al no tener las medidas para garantizar la
seguridad de todos los presentes en el estadio. En una tierra donde la administración
fuera medianamente aceptable, el Zamora perdería el partido en la mesa, el
Metropolitano sería clausurado por un mínimo de 5 partidos, se multaría a la
dirigencia del Lara, el árbitro sería suspendido y multado al igual que el
delegado de la FVF, se identificarían los transgresores, irían presos y sin
posibilidad de pisar una estadio de fútbol de por vida. O a lo mejor no tan
así, dado que ni el árbitro ni el delegado podían, al parecer, suspender el
encuentro sin autorización de cabecilla.
Discúlpenme
por dejar volar mi imaginación, se me antoja una utopía que aquí se tome ese
tipo de decisiones. Una raya más al tigre, leí por ahí. El tigre ya es una
pantera. ¡Todos tranquilos! “El fútbol venezolano ha crecido” y el discurso
sigue siendo “Hay que ir a un mundial”
Lisbm. Lizandro Samuel.
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